miércoles, 19 de marzo de 2014

Semana en Chapadmalal, la historia de una mujer

30 pensionados tuvieron la oportunidad de tomarse una semana de vacaciones en el complejo turísitico de Chapadmalal

“Yo pensé que sólo lo iba a ver en televisión” la frase de Antonia resume en pocas palabras la alegrìa de muchos. Después de 59 años de vida llena de esfuerzo, sacrificios y privaciones, esta pensionada de Tristan Suarez tuvo por primera vez una semana de descanso, y pudo ver algo que hasta ahora sólo veía en TV o en sueños: el mar.

Al igual que Antonia, otros treinta pensionados de las zonas de Ezeiza y Necochea vivieron una semana soñada vacacionando en Chapadmalal. Gracias a la iniciativa de Redes de Pensionados, estos hombres, mujeres y niños con distintas discapacidades o situaciones problemáticas, recorrieron la costa, conocieron Mar del Plata, Miramar, fueron a la playa, armaron un refugio entre los árboles y compartieron siete días y seis noches de juegos, actividades y charlas que los hicieron acercarse, abrirse, conocerse y darse a conocer como seres humanos.

“El turismo social es un derecho que nadie les puede quitar” explica una de las coordinadoras, ante la sucesión de agradecimientos que recibe por parte de los participantes. Dentro de ese paradigma, los hoteles de la Unidad Turística Chapadmalal, levantados durante la presidencia de Juan Domingo Perón en 1947, son un espacio icónico para alojar a los protagonistas de este primer viaje.
“Es la primera vez que tengo vacaciones” sigue contando Antonia, una mujer nacida en Bella Vista, Corrientes que crió cinco hijos, cuatro biológicos y una adoptiva, y hoy està orgullosa de haberlos sacado a los cinco sanos y sin vicios. A pesar de sus problemas de salud derivados de un matrimonio violento (sufre obesidad mórbida, desgaste articular y falta de memoria debida a los golpes) Antonia se atrevió a meterse al mar y no pudo evitar estallar en lágrimas al contacto con las olas.

Otro momento muy emotivo fue la charla de despedida, donde los participantes intercambiaron regalos y compartieron las sensaciones que se llevaban de la experiencia. "Me llevo recuerdo de compañerismo y el afecto." Comenta emocionada la señora Antonia, y se desahoga: "Siendo gorda, siempre me hacen sentir que ocupo mucho lugar, acá, por primera vez, me hicieron sentir como una persona."
Ser tratado como una persona, un derecho tan básico, que ciudadanos como Antonia recién pudieron ejercer en la tercera edad. Pero como reza el dicho popular, mejor tarde que nunca.

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